23/10/10

MANUEL



El eco de sus pasos sonaba fuerte en el silencio de la noche. La temperatura era agradable a pesar de estar ya en otoño; como todos los días se acercaba al metro ya bien pasadas las diez de la noche.
Andaba rápido con los ojos mirando al suelo y apenas se cruzaba con transeúntes.

-“¡Estoy harto! No puedo seguir así, me quedo hasta tarde todos los días y la empresa no lo tiene en cuenta ¡No puedo más!”- se decía.

MÁS DURO QUE LA TRISTEZA.




Se adentraba por una calle estrecha y oscura.
Andaba pensativo y no se fijaba por donde iba; a veces sentía su cuerpo estremecerse.
Hacía frío, estábamos en invierno y no se encontraba vestido adecuadamente.
Su mente vagaba por infinitos espacios, por pensamientos inconexos que no acertaba a controlar.
Su caminar cansino y sin rumbo despertaba extrañeza en quienes se cruzaban con él.
Las manos en los bolsillos, el cuello de la chaqueta subido y los pantalones algo caídos le daban un aire entre vagabundo y chulesco.

AIRE Y AGUA



Abro los ojos con dificultad.

Lo hago poco a poco intentando abrirme a la realidad sin sobresaltos.
Hoy debe ser domingo; creo recordar a pesar del intenso dolor de cabeza que anoche estuve de juerga y era sábado; sólo salgo los sábados.
Además de la memoria viene a confirmarme la juerga mi estómago. Los efluvios del alcohol siguen paseando por él.

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