Se adentraba por una calle estrecha y oscura.
Andaba pensativo y no se fijaba por donde iba; a veces sentía su cuerpo estremecerse.
Hacía frío, estábamos en invierno y no se encontraba vestido adecuadamente.
Su mente vagaba por infinitos espacios, por pensamientos inconexos que no acertaba a controlar.
Su caminar cansino y sin rumbo despertaba extrañeza en quienes se cruzaban con él.
Las manos en los bolsillos, el cuello de la chaqueta subido y los pantalones algo caídos le daban un aire entre vagabundo y chulesco.