Ella hacía unos minutos que se fue a la cama, estaba cansada le dijo; estaba tumbada de lado y le daba la espalda, con la sábana pegada sobre su hermoso cuerpo cuyas caricias formaban unos exquisitos pliegues que anunciaban su sensualidad.
Se quedó a su lado sentado al borde de la cama y acariciaba las caderas de su esposa; su mano fuerte paseaba por encima de la tela con suavidad.
La miraba con ternura y sus ojos brillantes se humedecieron...a su memoria venía sin pedir permiso una ola de recuerdos que le estremecieron las entrañas.
Eran muchos los años que llevaban juntos y más las vicisitudes que juntos superaron haciendo de su amor una fortaleza.
Llegaron a la ciudad desde Cuba en los terribles años noventa cuando la isla sufrió el corte de la ayuda soviética; eran unos niños y pudieron escaparse al venir a la ciudad a un certamen de bandas juveniles.
Ninguno de los dos tenía familia, circunstancia que les ayudó a tomar la decisión de escapar y no temer por ningún familiar; la banda les dio la posibilidad de conocerse.
Anduvieron al principio escondidos en casas de algunos amigos de fortuna que conocieron en la calle; vivían de las monedas que les echaban los transeúntes.
Pero, y gracias a Dios, tuvieron mucha suerte; las cosas les fueron saliendo increíblemente bien y pronto pudo tocar en renombrados locales y hacerse un hueco en la profesión; ahora se gana la vida holgadamente dando conciertos de guitarra.
Ella siempre a su lado dándole ánimos; sin ella no lo hubiera conseguido; su presencia le dio fuerza y suerte; era su musa y su hada madrina.
Era tarde ya pero no tenía sueño; se negaba a dejar de mirarla y no disfrutar de su cálida presencia y su espléndida figura.
La mujer dormía profundamente; él se dejaba invadir por la calidez de los recuerdos de los años pasados; no era capaz de recordar las muchas reuniones con empresarios en las que sin la ayuda de su mujer no hubiera conseguido el contrato. Su personalidad arrolladora le abrió muchas puertas, él era buen músico pero pésimo negociador; ¡Qué hubiera hecho sin ella!
Pero faltaba algo para que la felicidad fuera completa...los hijos; ella no quería, decía que todavía eran jóvenes y que debían disfrutar de la vida antes de tenerlos; decidió olvidar el tema ya que se ponía especialmente nerviosa cuando se lo refería.
Era hora de acostarse, al día siguiente tenía ensayo y debía levantarse pronto.
Se quitó la toalla que ceñía a su cintura y se metió en la cama; al echarse la sábana por encima sintió el calor de un cuerpo quemarle; se puso de lado y abrazó la fuente.
Su mano descansó sobre un pecho de la mujer, lo acarició con una suavidad exquisita, no quería despertarla.
Se arrimó a ella buscando ese calor que tanto amaba; su sexo rozaba las nalgas de la mujer, siempre le encantaron sus nalgas firmes y de una redondez apasionante.
Tenía que descansar; no era capaz de rendir de forma adecuada en los ensayos sin haber descansado lo suficiente; sin embargo empezaba a estar excitado; su cuerpo desnudo pegado al de su mujer empezaba a despertarse y cuando eso ocurría le era imposible parar.
Su mano derecha acariciaba el cuerpo moreno, desde las suaves caderas hasta su afeitada vulva; la mujer dio un respingo; tuvo la tentación de dejarlo pero la excitación era ya imparable y le puso mayor afán aún.
Su boca besaba la espalda, con su lengua acariciaba la espina dorsal; la espalda de la mujer cobró vida y un pequeño grito inundó la alcoba.
No aguantaba más, su sexo preparado buscaba sin reparos su mejor escondite; la mujer despertada por los empujones del marido, intentaba evitar la penetración.
-¡Déjame cariño, no aguanto más, necesito hacerte el amor!-suplicaba el marido.
-No...no me apetece ahora- dijo ella con un pequeño hilo de voz.
El hombre se sintió contrariado pero no cejó en el intento, su cabeza no obedecía a otra cosa que no fuera saciar el apetito desbocado.
Siguió manoseándola con más fuerza si cabe intentando cambiar las intenciones de la mujer.
Ella se resistía moviendo el cuerpo intentando zafarse de él y salir de la cama.
La agarraba con fuerza, no entendía, estaba fuera de sí.
-¡Nooooo....no quiero que me toques...déjame tranquila!
Un escalofrío recorrió la médula del hombre; miraba por toda la habitación...sólo estaban ellos...la voz profunda no podía ser de ella, era...¡era de otro mundo!
Se apartó de ella, la liberó de sus brazos; la espalda de su mujer brillaba, unas diminutas gotas cubrían todos sus poros.
Un silencio tenso se adueñó de ellos; el calor sensual de unos segundos antes se trocó en un frío glacial.
La mujer echó la sábana hacía él con una extraña fuerza, despacio se levantó hasta erguirse, la cara mirando al cielo y los brazos estirados hacia detrás dejaban ver unas venas azules y gruesas como dedos.
Una sensación de vértigo se adueñó del él...muy despacio ella se fue dando la vuelta.
Lo que vio le heló la sangre...la cara de su mujer era un hocico horrible del que salían unos dientes puntiagudos que asemejaban una sierra, las venas azules cubrían una piel gris llena de escamas.
No fue capaz de gritar, el terror le había sellado la boca...quiso levantarse cuando una garra con enormes uñas le sujetó con fuerza inusitada por el cuello.
-¿Dónde vas amigo? ¿Ya no quieres hacerme el amor?
Una voz de ultratumba salía de ese ser. Nada pudo hacer, estaba paralizado.
-¡Sí...soy tu hada madrina; tu mujer hermosa que tanto placer te ha dado...no tengas miedo...o...sí!
-¡Siempre tú...siempre buscando tu placer...siempre trabajando para tí!
-¡Has llegado lejos...no es verdad!
-Ssss....ííí.- la voz no le salía, la garra le impedía hablar.
-¡Calla maldito!
-¿Cómo crees que conseguiste los maravillosos contratos todos estos años!
-¿Cómo crees que pudimos pasar de no comer a ganar tanto dinero!
-¿Nunca te preguntaste cómo lo conseguía!
-¡Querías tener hijos conmigo...jajaja...pobre iluso...hay otro que me dará el hijo eterno!
La terrible voz inundaba la habitación con un hedor insoportable; su corazón estaba al borde del colapso.
Un viento helado sacudió toda la habitación, las ventanas se abrieron con violencia.
Una figura amorfa y negra aparece en la estancia; la mujer afloja la garra y se da la vuelta hacia la difusa figura.
-¡Maestro está listo!- grita la mujer con su voz cavernosa y haciendo una reverencia.
Estremecedor relato. Pasa del cálido erotismo al frío pánico en cuestión de segundos. Y a través de unas precisas descripciones que te sitúan en el marco de la escena. En fin, me quito el sombrero para felicitarte, aunque aún tengo los pelos de punta. Un abrazo.
ResponderEliminarEspeluznantemente maravilloso... Me has llevado por otros rumbos, jamás imaginé este final. ¡Felicitaciones!Bravooooooo... Un beso grande!!!!!
ResponderEliminar¡Gracias Sonia!
ResponderEliminarEsa era la intención; crear sorpresa, miedo.
Pasar de un marco sutil, algo erótico a otro diametralmente diferente.
Corto pero efectivo.
En los cuentos cortos, posiblemente no tan cortos como éste, me encuentro cómodo; me falta paciencia para escribir mucho más largo.
Un saludo.
Hola Diana, y ¡Muchas gracias!
ResponderEliminarMe encanta que te haya sorprendido; era lo que buscaba. Mis cuentos no suelen sorprender, eso creo, intento reflejar el marco lo mejor posible, que sea convincente, pero no utilizo la sorpresa como efecto.
Por lo que me alegra mucho el que consiga ese efecto.
Besos.
Fabuloso de principio a fin, me encantó...Felicitaciones.
ResponderEliminarGracias Sayama por tu comentario.
ResponderEliminarQue guste lo que escribo me anima a seguir haciéndolo.
Besos.
Valandan, feliz encuentro de nuevo con tus letras. Es un relato que camina por la senda intimista y erótica del interior de una alcoba y que de pronto zarandea al lector, lo saca de los convencionalismos que prevee y lo lleva a una resolución sorpresiva. Así que, Valandan, tu cuento tiene todos los ingredientes de un buen relato: amenidad, atracción, sensualidad y final inesperado. Me ha encantado. Felicitaciones.
ResponderEliminarUn gran abrazo
Hola Felicidad, bienvenida al tiempo de las postvacaciones; lugar de reencuentros y añoranzas y algo más fresco,por lo menos en Sevilla.
ResponderEliminarTus palabras siempre halagadoras me llenan de alegría y sin poder evitarlo...una pizca...de orgullo..., final inesperado es cierto y era lo que buscaba ya que lo he utilizado pocas veces, por lo menos con esa fuerza.
Un abrazo.