Mis piernas ordenadas por una fuerza desconocida comenzaron a moverse con rapidez, su ritmo al principio algo cansino fue aumentando hasta una velocidad frenética...
Yo estaba un poco asustado, no comprendía qué fuerza las movía si no era yo, mi cabeza, quien las dirigía; qué mente...¿mente? diabólica las ordenaba vivir independientes de mí.Me dejé llevar, a decir verdad no podía hacer otra cosa o mejor dicho, no quería hacer lo único que se me ocurría que era tirarme al suelo. Suponía que de esa manera conseguiría pararme pero me preguntaba si no sería muy arriesgado y además qué me perdería al parar el fenómeno que me estaba ocurriendo...
Mientras mi cabeza daba vueltas a lo que me estaba sucediendo mis piernas no dejaban de acelerar el ritmo, su movimiento alocado sobrepasaba todo entendimiento humano, mi larga melena rubia empujada por el viento que producía mi carrera parecían llamas, una antorcha viviente surcaba las anchas avenidas de mi parque favorito.
Menos mal que me sucedió en el parque, en la ciudad hubiera podido ocurrir una desgracia, la enorme velocidad podría provocar un accidente mortal, un choque con alguna persona que con toda seguridad tendría consecuencia fatales.
Mis piernas eran autónomas para moverse pero todavía era yo quien pensaba por donde dirigirme. En esto era yo el que mandaba, pero una duda me atormentaba: ¿hasta cuándo podría dirigir yo el camino para esta huida sin sentido?
Los árboles desaparecían disparados, asustados por mi pasar veloz, mis ojos lloraban afectados por la enorme velocidad, esta mañana no había cogido las gafas que normalmente utilizo para hacer deporte, para protegerme del polen al que soy alérgico.
Debía tener mucho cuidado en las curvas y alargarlas lo más posible, era como un fórmula uno con piernas, ahora entendía lo duro que resultaba una carrera para Fernando Alonso.
Giraba a la izquierda, encaminaba una hermosa avenida con verdes paredes, giraba a la derecha y emprendía una subida dura pero energizante hacia la torre del agua.
Disfrutaba del acontecer, estaba dominando mis circunstancias y el susto se esfumó.
Sobre la marcha se me iban ocurriendo miles de ideas; llevaba un ritmo endiablado pero me estaba acostumbrando a él, me permitía pensar en muchas cosas, en infinitas cuestiones muchas de ellas peregrinas hasta descabelladas.
Con el viento azotando mi cara y con los cabellos queriéndose marchar parecía una bala y decidí abrir los brazos para abrazar el mundo, dar las gracias a la vida por permitirme disfrutar de una experiencia tan espectacular; unas lágrimas intentaban desaguar dificultadas por la velocidad. Lo que me estaba ocurriendo era algo fuera de lo normal, me sentía privilegiado por ello, me sentía único y ...muy agradecido.
Un golpe en el pecho de abajo arriba me trajo de nuevo a la realidad, me desequilibré y sentí caerme...para evitarlo me puse a mover los brazos con desesperación; lo que ocurrió después es digno de un sueño de hadas o de una película de mutantes: ¡mis pies se despegaron del suelo y mi cuerpo ligero como una pluma se elevó por los aires!
Durante un buen rato y con el corazón en la boca mi cabeza fue una olla donde miles de sentimientos y todavía más pensamientos bullían.
¡Estaba volando....!
No tenía palabras para explicarme lo que me sucedía, sólo era capaz de gritar, gritar como un loco...eso sí un loco volador...
Alegría desbordada, nerviosismo desbocado y también miedo...no podía dejar de mover los brazos ya que seguramente me caería, empecé a tener pensamientos dramáticos, me veía cayendo como un misil, como pato abatido y dando contra el suelo nada amortiguador.
Me dirigí hacia el estanque, con muchas dificultades y cansancio controlaba ya mi cuerpo volador.
Si había de caer mejor era hacerlo sobre el agua. Con la misma intención descendí con rapidez y realizaba vuelos rasantes sobre el agua.
¿Sería capaz de aterrizar son suavidad? y ¿Volvería a retomar el vuelo o se acabaría para siempre?
Éstas y otras muchas preguntas llenas de temor cruzaban por mi cabeza, mientras tanto seguía moviendo los brazos y volando a bastante velocidad.
Tomando como referencia una de las avenidas del parque empecé a ralentizar mi movimiento de brazos buscando aminorar la velocidad para intentar aterrizar; al mismo tiempo que reducía la velocidad me esforcé para verticalizar mi cuerpo. Mi cuerpo bajaba, se ralentizaba y se colocaba vertical. La maniobra daba sus frutos y me dispuse a tomar tierra.
Al tocar el suelo tropecé y empecé a dar vueltas como zumbel hiperactivo, mi cuerpo rodaba sin freno sobre las chinas del camino...
Pasados unos minutos de zozobra y volteretas, quedé tirado sobre el suelo caliente y amigo.
No quería moverme, todo me dolía y temía además sufrir alguna rotura terrible, grandes heridas abiertas por donde se me saldría la vida...
Dejando pasar los minutos y sin moverme apenas empecé a palparme el cuerpo; el dolor agudo seguía pero no parecía tener nada grave, desde luego estar vivo era ya una suerte.
Me fuí tranquilizando sobre mi estado, sólo parecía estar magullado...poco a poco me enderecé.
Miré a mi alrededor y todo parecía normal, los árboles plenos de vida, acogían a centenares de pájaros alegres como sólo ellos pueden estar.
Las escaleras que suben a la torre del agua seguían en su sitio, los ensayos en los locales de las casas regionales desprendía su música de cada día y algún paseante acompañando a su perro se veía en lontananza...todo normal y ahora yo también, parecía que nada extraordinario había ocurrido.
Nadie se acercaba a mí para socorrerme, nadie parecía haber sido testigo de este milagro digno de Lourdes.
Posiblemente era mejor así, ¿qué me ocurriría si me hubieran visto volar...? Es posible que me raptaran para estudiarme...me resultaba terrible ese pensamiento y di gracias a Dios por no haber sido visto y por haber resultado ileso también claro...
Cojeando me dirigía hacia mi casa, hoy no tenía ganas de nada más y ya intentaría otro día volver a volar...si resultaba posible...un cierto temor inundó mi cabeza...
Así es, mejor que nadie te hubiera visto, seguro que hubieses pasado a ser conejillo de indias en innumerables experimentos...al fin y al cabo, no necesitas a nadie para volar, sólo tus ganas de hacerlo y aun a pesar de magullarte en el aterrizaje...pero siempre vale la pena, siempre.
ResponderEliminarPrecioso relato, es más, he sentido volar mientras lo leía ;-)
Muackss!!
Gracias Ginebra por pasear por estos recónditos lugares.
ResponderEliminarVolar...el sueño secular...sólo se necesita querer.
Besos.
Gracias Oz,eso hare.
ResponderEliminarsaludos.
Antonio, logras con tu narración trepidante que necesite llenar los pulmones de aire y respirar profundo para recuperar la normalidad. Pero no bien acompasamos pulsaciones ya comienza el vuelo aleteando con los brazos. Planeamos sobre un parque donde nos llena de incertidumbre el amerizaje en el estanque.Son mágnificas las imágenes de la carrera, como pasan a la velocidad de un paisaje visto desde la ventanilla de un tren o un automóvil. No lo son menos las que inician el vuelo.
ResponderEliminarLa historia genial.
Un excelente relato con el que he disfrurado.
Abrazos
Enhorabuena, me ha encantado.
Gracias Felicidad,
ResponderEliminarEl aprendiz que soy se congratula de que le guste el relato a una maravillosa imaginativa/poética como tú.
Besos.