17/10/11

HORIZONTE MAURI


He pasado unos días cerca de Tarifa, en un pequeño hotel al pié de la playa.
El tiempo me ha acompañado, un sol estupendo, unas temperaturas agradables y algo de viento el último día enmarcaron un espléndido largo fin de semana.
Me gusta mucho andar, andar por todos los lugares, con rumbo y sin rumbo, para quemar y para no quemar; siempre para disfrutar.
Pero al andar sobre la fina arena blanca descalzo, las caricias me llegaban hasta el alma y un inmenso placer inundaba mi espíritu llevándome hasta un tiempo pasado allá por el Languedoc, lugar donde la sardana es más Franca.
Buscaba descansar la mente y fatigar las piernas; y tengo que reconocer que lo conseguí.
El hotel pequeño y coqueto se hundía en la tierra y se agarraba con denuedo a la fina arena entre palmeras y cactus.
Pocos huéspedes disfrutábamos del lugar y la mayoría eran nórdicos de cabellos platino que no áureo.
Familias alemanas y escandinavas eran mayoría, ¿Qué diferentes podemos ser en el exterior? Pero sospecho que por dentro somos más iguales.
Los paseos matutinos reconfortantes, andando descalzo por aquellas arenas de un desierto imaginario, mis pies volvieron a la ansiada libertad formadora que nunca debí perder.
Las noches adornadas por miles de luces celestiales y verdes plantas de exóticos orígenes, eran el marco ideal de las cenas románticas y...ligeras; no me escapo de pesados deberes.
Mañanas frescas y noches deliciosas; hacía tiempo que no disfrutaba tanto.

Tarifa es una pequeña y reseca ciudad presa del viento con casas blancas en su reducido casco antiguo; fuera de él sus construcciones insípidas poco aportan a la misma; apenas unas bonitas casas añil en la costa frente a Tánger.
Unas antiguas murallas elevándose siguiendo el destino del terreno desde el puerto la protegen.

Y qué puedo decir de Baelo Claudia, el genio Romano siempre me ha subyugado, y no puedo dejar de imaginarme con mi toga en medio de esas calles frente al mar.
Cuan avanzados eran; su modernidad en lo urbanístico, en lo político, en las ideas, en casi todo en fin, me obliga a sentarme bajo un olivo y dejar vagar mi mente por el mar eterno.
Ese mar, foro azul, que surcado por Liburnas se hizo lugar de encuentro.

Sin embargo y a pesar de tantas cosas hermosas que alegraron mi mente y cansaron mi cuerpo; lo que más me sorprendió fue la cercanía que tenía la costa Africana.
¡Tánger estaba a apenas catorce kilómetros! ¡Y qué cerca la veía! ¡Qué próximos me resultaban esos pocos kilómetros con una montaña al final!
¡Qué similar somos ambas costas!

Ya sé por qué nos invadieron hace algo más de un milenio; he tardado muchos años en descubrir esa verdad, pero...es que...nunca había estado allí.

 

2 comentarios:

  1. que hermosa forma tienes de describirnos tus días, y tus pensamientos, me transportas a esos lugares, por favor sigue escribiendo :)

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  2. Gracias Eliz;hermosas son tus palabras que me llenan de gozo y esperanza.

    Gracias por leerme.

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Gracias por tu comentario.

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