11/10/10

LA MANSIÓN.


Todos estábamos tristes; mejor dicho… abatidos.
La planta calle era el microcosmos por donde deambulábamos: el hall, los pasillos, la cocina, los armarios, la biblioteca, el salón. Sí, sobre todo el salón, se había convertido en nuestro espacio vital.
Apenas salíamos de él y nuestra vida transcurría en ese mundo atestado de humanidad;
el único lugar con intimidad era el cuarto de baño.

EL HAMBRE



El sol le daba en la cara, su cuerpo se calentaba poco a poco.
A pesar de lo temprano que era el sol estaba furioso.
Su mente embotada intentaba aclararse, apenas recordaba lo sucedido la noche anterior.
De lo único que estaba seguro es de la gran borrachera que cogió- “otra como tantas en definitiva”- pensó.
Su cuerpo se iba desperezando al calor del día; se incorporó sobre el banco en el que había pasado la noche.; su cuerpo apenas le obedecía, sentía náuseas; estaba acostumbrado era una sensación corriente en él.

Gacelito















-¡Hola madre! Qué buen día hace.
- Por fin hijo ¿Dónde andabas?, llevo toda la mañana buscándote desesperada. He gritado tu nombre a los cuatro vientos y no tenía respuesta ¡Tuve miedo!- bajó la cabeza y cerró los ojos.
-¡Perdóname madre no era mi intención preocuparte! Anduve un buen rato persiguiendo a una mariposa y llegué más allá del bosque; la mariposa revoloteando a mí alrededor quería jugar y no pude dejar de seguirla.

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