Su caminar nervioso al principio se torna más sosegado según va
habituándose a la temperatura.
Tranquilo ya, su caminar recupera una cadencia natural, deviene vagabundeo.
Va disfrutando de las innumerables tiendas llenas de ropa, dulces y
otras mercaderías incitadoras.
Brillantes luces platean los infinitos objetos, humildes mercancías
travestidas de tesoros.
Es sábado por la tarde y el centro comercial se encuentra repleto de
personas que como él pasean por el brillante entorno.
Mira un escaparate, sonríe, sin parar se va a otro y a otro, su cara alegre
es la de un hombre feliz; unos escaparates más allá ve unos pantalones de un
blanco glacial que le parecen maravillosos, un pequeño grito de placer sale
escupido de su boca; habla, discute como si fuera acompañado...se gira y
corriendo va hacia otro escaparate, con una carrera ciega atraviesa el enorme
pasillo pleno de gente con tanta suerte que no se da contra nadie.
Aquí es una chaqueta entallada como a él le gusta la que le embelesa, sus
ojos brillantes, abiertos al máximo no pueden dejar de mirar la prenda; grita
loco de alegría, grita que la quiere...que ha de ser suya...
Con los brazos levantados y las manos caídas, el hombre entra gritando a la
tienda,
-¡Quiero la chaqueta beige entallada del escaparate...la quierooo...!
El aullido aterrador consiguió que los vendedores asustados se girasen
hacia él.
El energúmeno no dejaba de dar pequeños saltos manteniendo los brazos
levantados, saltaba y saltaba sin parar...
Un vendedor, el más aguerrido, se abalanzó sobre el comprador enloquecido,
le sujetó de los hombros y con fuerza le tiró al suelo; en la caída su cabeza
chocó de forma violenta contra una mesa baja.
La gente que allí había se echó las manos a la cabeza, todos sintieron la
dureza del golpe en sus cuerpos y dieron un respingo mientras cerraban los
ojos.
Todos callaron de inmediato, nadie cerraba la boca pero de ellas nada
salía...¿estaría muerto? Se preguntaban.
Unos segundos infernales pasaron, unos segundos en los cuales el vendedor
más aguerrido sintió helársele
la sangre...¿lo habría matado? Se preguntaba.
El hombre tumbado movió los dedos de una mano...y unos segundos más tarde
los de la otra mano.
Un respiro general se deja oír, la tensión se relaja.
El vendedor se agacha e intenta acelerar el proceso de vuelta en sí del
cliente; éste poco a poco va despertándose y por fin abre los ojos.
Aturdido, el hombre se levanta ayudado por el vendedor.
-¿Ess...tá bien?-pregunta el vendedor con temor mientras seguía sujetando
al sujeto.
-Sssí...sssí..-responde éste balbuceando.
De pie y sin ayuda, el comprador se coloca la ropa ante la mirada atónita
de los presentes, pasados unos instantes el hombre ya recuperado se pone en
marcha y se aleja tranquilamente de la tienda sin despedirse.
Como si no hubiera pasado nada, el comprador se introduce en el río de
personas del pasillo principal del centro comercial.
A medida que va acostumbrándose al entorno descubre con sorpresa el
terrible bullicio que existe.
Gritos nerviosos, carreras infantiles, gritos de mujeres y risas de
hombres. Jóvenes que saltan, muchachas que se empujan y sobre todo ese griterío
una alocada y amorfa música es disparada contra los transeúntes.
Todas estas manifestaciones llenan el espacio techado del templo.
Con la tensión en ebullición el hombre se para en busca de un poco de
sosiego...mira a su alrededor angustiado por la sensación de caos.
Unos van para un lado y otros para el otro, unos se cruzan de forma
inverosímil, otros siguen de frente; todos se esquivan en un baile infernal,
nadie se choca, nadie se mira...Movimientos rápidos, intuitivos, movimientos
que rememoran un pasado animal.
Por su cara roja bajan algunas gotas de sudor, las pupilas dilatadas y las
piernas flojeándole, se sienta en el suelo...se coloca la mano en el pecho
intentando descubrir lo que le sucede.
Su visión se vuelve brumosa y los sonidos se alejan como si se estuviera
yendo rápido, huyendo del lugar...
Unas manos expertas hurgan en una cabeza ensangrentada.
La operación es larga y seguramente a vida o muerte. Después de muchos
minutos uno de los médicos coge de una bandeja un objeto negro de forma
triangular y con decisión lo introduce en la cavidad que con pericia habían
realizado en esa cabeza.
-¿Crees que volverá a funcionar normalmente con este nuevo
"Inductor"?-pregunta uno de los cirujanos al otro.
-Seguro, debe ser así ya que vamos a tener más casos como este.
-¿No me digas?-respondió preocupado el cirujano que parecía más joven e
inexperto.
-Sí, los "Inductores" de fábrica...los que se le colocan al
sujeto al nacer...están dando fallos. Los sujetos con el tiempo empiezan a
comportarse de una forma rara...vamos que se vuelven un poco tarumbas y están
como locos por comprar...comprar lo que sea...que está muy bien, sí...pero...no
parece natural... y además se colapsan...terrible, macho.
-¿Son los chinos, no?-volvió a preguntar el joven.
-Efectivamente, por eso ahora ponen este que estamos poniendo, es americano
y dicen que va como un tiro, que es la hostia...creo que es de la marca Gugle.
Las manos de estos médicos no paraban, ahora estaban cerrando la herida con
un bisturí soldador; maravillas de la técnica.
-¿Has realizado ya alguna implantación de este nuevo?-pregunta el más
inexperto.
-¡Claro que sí, realicé uno con este nuevo modelo y el sujeto está ahora
como una rosa...bueno...como un consumidor compulsivo
cualquiera...jajaja...pero eso sí...normal...jajaja!
Unas sonoras risas se oyeron en todo el pabellón "ZSARA" del
Centro Sanitario Buen Ciudadano.
wow!!! tu relato amigo, es escalofriante ... nada más aterrador que la realidad ... estupendo!!!!!!! y además llevas toda la razón ... fantástico!!!! xoxo, Eliz
ResponderEliminarUn pequeño juego de ciencia ficción...
ResponderEliminargracias Eliz.