18/10/10

DOMINIQUE


Dominique tenía que hacer un viaje al extranjero por razones de trabajo y necesitaba poner al día algunos documentos.

La mañana era espléndida y a pesar de estar ya a comienzos de octubre el sol se derramaba con fuerza.
Su andar era alegre; la acera ancha y muy arbolada, era un grato lugar para el paseo.
Llego a la comisaría y buscó en el directorio la oficina de pasaportes; ésta se situaba en el segundo piso y a él se encaminó.

EL DESAMOR Y SU TORMENTO.





Estaba solo en el patio, ese lugar limitado pero sin límites, espacio de su imaginación.

Todo el mundo se fue a comer, estaba tranquilo y el bullicio de hace un instante se
esfumó; era su momento preferido, su rato de introspección, su momento simplemente,
todo suyo.
Todos se comportaban como niños, por grupos entre gritos, risas y empujones se retiraban hacia los comedores.
Él se quedaba siempre en el patio, se encontraba muy bien allí solo, tranquilo, disfrutando de una paz que necesitaba.

11/10/10

LA MANSIÓN.


Todos estábamos tristes; mejor dicho… abatidos.
La planta calle era el microcosmos por donde deambulábamos: el hall, los pasillos, la cocina, los armarios, la biblioteca, el salón. Sí, sobre todo el salón, se había convertido en nuestro espacio vital.
Apenas salíamos de él y nuestra vida transcurría en ese mundo atestado de humanidad;
el único lugar con intimidad era el cuarto de baño.

EL HAMBRE



El sol le daba en la cara, su cuerpo se calentaba poco a poco.
A pesar de lo temprano que era el sol estaba furioso.
Su mente embotada intentaba aclararse, apenas recordaba lo sucedido la noche anterior.
De lo único que estaba seguro es de la gran borrachera que cogió- “otra como tantas en definitiva”- pensó.
Su cuerpo se iba desperezando al calor del día; se incorporó sobre el banco en el que había pasado la noche.; su cuerpo apenas le obedecía, sentía náuseas; estaba acostumbrado era una sensación corriente en él.

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